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Cuando la poeta Elsa Tió escribe, sus imágenes surgen centelleantes ante los ojos del lector, y lo convocan a hollar los mundos inéditos que van surgiendo, inesperados, de su pluma. Somos testigos de su erotismo “atigrado”, propio de mujeres “dueñas de lo invisible” y de osadas “trapecistas sin redes”. Este amor de “ola victoriosa”, cuyas “ansias saltan como peces”, no está exento de melancolia, sin embargo: cuando la protagonista poeta advierte que “hay muchas lunas rotas en la orilla”, anticipa su visión agridulce de una isla “la nuestra” , que bautiza, muy en la línea hernandiana, como “perita en naufragios”. Esta tierra, ” que pudo ser nuestra” pende fragilmente “al borde de la nada”. Llevando a sus últimas consecuencias el bateau ivre de Rimbaud, la nave al garete de Pedreira y la isla encallada de Tómas Blanco, Elsa Tió pinta una simbólica marina lúgubre que resume en verso nuestra historia: le saquean las estrellas a la isla “mientras un barco abandonado se desnuca / y flota el desaliento con sus sombras”…